miércoles, 13 de febrero de 2008

La necesidad de una consistencia lógica para la formación de conceptos en la filosofía post-estructuralista.





Roque Farrán *

Resumen

Se intentará pensar las consecuencias filosóficas que derivan de que la teoría de los conjuntos no disponga de una definición conceptual explícita de lo que es en sí msmo un conjunto. Lo múltiple sin concepto, o múltiple-sin-uno, es por tanto regulado axiomáticamente; de este modo se asegura la consistencia de la teoría matemática obedeciendo la restricción que impone la imposibilidad de auto-legitimación. No obstante, surge un interrogante: ¿cómo se opera en otras situaciones no ontológicas?.

Nos encontramos con el mismo problema en cuanto al registro de lo Real en la teoría psicoanalítica lacaniana: traducido como imposible demarca el encuentro con el impasse lógico-discursivo, traducido como necesario es lo que retorna siempre al mismo lugar, la repetición del impasse de diversas formas. También ocurre algo similar con la multiplicidad genérica en la teoría de Badiou, multiplicidad que escapa a las nominaciones exactas y por lo tanto al concepto (claro y distinto), y sin embargo conforma la verdad de una situación. Además, el múltiple genérico encuentra su elaboración matemática dentro de la teoría de los conjuntos a partir de Paul Cohen.

De lo que se trata en cada uno de estos casos es de extender las posibilidades de la racionalidad más allá de lo que el lenguaje de una situación determinada autoriza mediante nominaciones exactas, para lo cual resulta necesario demarcar un estatuto especial de la creencia que no sea metafísica o trascendental, pero tampoco empírica. Es decir, no se trata de apelar a la existencia de algún Otro (Dios no engañoso), ni tampoco a una supuesta comunidad científica unificada. Se tomará como ejemplo el tiempo lógico de Lacan.

Pretendo mostrar la comunidad de pensamiento existente entre los desarrollos de estos autores, a partir del enlace de algunos de los conceptos señalados. Se busca, así, evidenciar una forma de trabajo conceptual que articula la razón con la invención, más allá del lenguaje, en sus límites, fallas y aporías. Dirá Badiou: "la invención consiste en transformar una paradoja en concepto". En este sentido, el lenguaje sólo viene a operar en segundo término, a separar y distinguir lo que en primer término – aunque esta captación sea retroactiva- es aporético y paradójico, por esta razón el ámbito de la invención requiere retornar sobre este primer orden de multiplicidades inconsistentes para extraer nuevas nominaciones de lo real. Además, el hundimiento de la consistencia es simepre local puesto que si fuera generalizado no sería posible sostener la inteligibilidad discursiva. Se recurrirá a la lógica de la inclusión y a la lógica de la pertenencia para dilucidar la topología de este ámbito problemático.

La necesidad de una consistencia lógica para la formación de conceptos en la filosofía post-estructuralista.



Dos casos: la lógica del acontecimiento de Alain Badiou y el tiempo lógico de Jacques Lacan.

Comenzaré por una afirmación: la posibilidad de entender cómo se produce la formación de conceptos dependerá de cómo se logren articular no sólo sus aspectos históricos (las modificaciones contextuales de las redes semánticas), sino también sus aspectos estructurales (las correlaciones u homologías significantes) y actuales (las respuestas a los problemas que plantea la época). Esto será así, por supuesto, desde una perspectiva que evite caer en la dicotomía teoría/praxis, es decir, donde el concepto ya forme parte de una intervención efectiva sobre la realidad misma que aborda y problematiza. Desde esta perspectiva ninguna intervención puede considerarse neutra u objetiva, en sentido positivista. Cualquier elaboración, más o menos consistente al respecto, implica ya alguna toma de posición.

Palti, por ejemplo, circunscribe el concepto de concepto en Hegel a través del juicio disyuntivo. Juicio que le permitiría, a Hegel, evitar la formación del concepto por abstracción:

"…la expresión lógica del concepto es el juicio disyuntivo (i.e., la rosa es o roja, o amarilla, o blanca, etc.; tiene una forma tal, tal, o tal, etc.). Sólo en él el concepto se revela de manera plena como una totalidad de determinaciones particulares, un universal concreto (Sittlichkeit).

Para llegar al juicio disyuntivo se requiere, no obstante, un doble movimiento conceptual: una dialéctica ascendente (que va de lo individual a lo universal pasando por el género, la especie, el orden, la clase, etc.) y una dialéctica descendente inversa a la anterior. Sólo mediante este doble movimiento se logra que todo aquello presentado en un concepto se encuentre también re-presentado en él y llegar así a una noción de totalidad en la cual la ganancia en generalidad no tenga como contrapartida su vaciamiento semántico sino que sea paralela a un enriquecimiento progresivo de su contenido.1

Aquí queda ejemplarmente resumida la idea de totalidad que presuponía la formación de un concepto en Hegel. Es esta idea la que se mostrará y demostrará cada vez más inconsistente a partir de los desarrollos de la lógica y la matemática a principios del siglo XX: paradojas de Russell, teorema de incompletitud de Gödel, etc., hasta llegar incluso a las posiciones tomadas por los post-estructuralistas (deconstruccionismo, revisionismo crítico, etc.) Pero observamos que el problema suscitado por la idea de totalidad de un concepto no se debe, meramente, a una limitación epistemológica que, en última instancia, podría subsanarse con algún supuesto progreso científico. Por el contrario, la incompletitud es inherente a la formación misma de un concepto: hay algo en el concepto que es no-conceptual, y esta negación es determinada en el sentido hegeliano. Se trata de una falla intrínseca al orden simbólico, a la imposibilidad de cualquier significante de significarse a sí mismo (la imposibilidad de formar sin contradicción "el conjunto de todos los conjuntos que no se pertenecen a sí mismos"). Lacan lo muestra en su propuesta sobre cómo formar los conceptos psicoanalíticos:

"…nuestra concepción de concepto entraña que éste se establece siempre mediante una aproximación que no carece de relaciones con la forma que impone el cálculo infinitesimal. En efecto, si el concepto se modela según un acercamiento a la realidad que él está hecho para aprehender, solo mediante un salto, un paso al limite cobra forma acabada realizándose. Por tanto esto requiere que digamos en qué puede cobrar forma acabada. Digamos en forma de cantidad finita, la elaboración conceptual que llamamos inconsciente; lo mismo vale para la repetición".2

Lacan se refiere aquí a la aproximación potencialmente infinita que se expresa tan bien en la paradoja de Zenón (si Aquiles, para alcanzar a la tortuga, debe dar un paso: 1, antes debe recorrer la mitad de esa distancia: ½, pero antes aún la mitad de la mitad: ¼, así infinitamente sin lograr alcanzarla jamás); paradoja que es resuelta mediante las ideas matemáticas de límite y de serie, es decir, mediante la sucesión de las sumas parciales de sus términos (i.e. ½ más ¼, que en lugar de tender a 0 tiende a 1) que nos permiten dar el salto hacia el uno sin necesidad de recorrer toda la extensión infinita de términos de la serie. Se trata de evitar una infinitización espuria, en sentido hegeliano. Del mismo modo que sucedería si quisiéramos formar un concepto adjuntando la serie potencialmente infinita de predicados que pueden describir un objeto x. Al hacerlo nos encontraríamos en una situación análoga a la del ejemplo, por eso hace falta dar en un momento dado (cuando se han identificado al menos dos términos de la serie) un salto o paso al límite. Así podríamos considerar, por ejemplo, el concepto/acontecimiento: Revolución francesa. Si contamos todos los elementos que pueden identificarse en Francia en el recorte temporal 1789/1794:

"Encontramos allí a los electores de los Estados generales, los campesinos del Gran Miedo, los sans-culottes de las ciudades, el personal de la Convención, los clubes de los jacobinos, los soldados del levantamiento en masa, pero también el costo de la subsistencia, la guillotina, lo efectos de la tribuna, las masacres, los espías ingleses, los vandeanos, la moneda creada en la revolución, el teatro, la Marsellesa, etc"3

Como dice Badiou, en este recuento infinito la singularidad del acontecimiento/concepto se descompone y pierde su efecto de unidad significativa. Lo que detiene esta dispersión es la auto-pertenencia del sintagma Revolución francesa (marca-de-uno) a la serie de eventos que numera, es decir, marca un limite inmanente a la serie en torno a la cual giran todos los demás elementos -lo cuáles pueden ser potencialmente infinitos- como un centro al que se puede acceder directamente mediante un paso, aunque la serie quede abierta:

"…es preciso decir que la revolución francesa como acontecimiento presenta lo múltiple infinito de la secuencia de los hechos situados entre 1789 y 1794 y, además, que ella misma se presenta como múltiple inmanente y marca-de-uno de su propio múltiple."4

Badiou, por otra parte, circunscribe este problema en el plano ontológico, es decir, para él: las matemáticas. Recurre al concepto matemático de cantidad (cardinalidad o magnitud) del conjunto de partes de un conjunto. Aquí se diferencia de Lacan, para quién el problema del salto al límite se traduce en términos de cantidad finita, al mostrar que el problema verdadero, el exceso cuantitativo, está en el orden del transfinito cantoriano. El impasse ontológico5 se encuentra en el concepto de cantidad, en otros términos, el célebre problema del continuo de Cantor, cuya posible resolución se expresa así: es consistente con la axiomática de la teoría de conjuntos, según el teorema de Easton, que el cardinal (magnitud o cantidad) del conjunto de partes de un conjunto infinito sea absolutamente cualquiera, mientras sea sucesor y superior al cardinal del conjunto de partida (i.e. que el cardinal del conjunto de partes de W0 –aleph subcero- no es necesariamente su sucesor inmediato como pensaba Cantor, es decir W1, sino que puede ser W18, W455, etc.). Esto nos muestra que hay un exceso irreductible entre la presentación y la representación, que se relaciona con la cantidad. Por esta razón, como dice Badiou, el máximo paradigma de la objetividad, es decir, el número, depende en este nivel de una elección sin concepto. Así, queda puesto en evidencia que, en el campo abierto de la infinitud, es necesario dar un salto, un paso al límite, una elección sin concepto previo, de manera tal que se habilite la formación de un nuevo concepto. De ninguna manera éste forma una totalidad clausurada sobre sí misma donde pueda coincidir plenamente presentación y representación, puesto que la correspondencia entre una y otra ha sido decidida sin concepto, y es esta función de correspondencia la que no puede ser derivada sino inventada. Pero aquí pasamos del plano ontológico al de la producción de verdades y acontecimientos, lo cual requiere una lógica temporal –del que las matemáticas no disponen- que se expondrá en la última parte de este texto.

Por otro lado, encuentro que existe cierta dificultad, inherente al planteo teórico de diversos autores contemporáneos (Zizek, Copjec, y algunos autores deconstruccionistas), que se manifiesta, sintomáticamente, en el intento de situar lo que excede a la definición "clara y distinta" de un concepto. Indica un esfuerzo por circunscribir lo real, ya no entendido como "la cosa" que se ocultaría detrás del orden de las apariencias, sino como lo que atraviesa y se entrelaza –sin ser absorbido completamente- con el orden discursivo de las representaciones. Vamos a mostrar a través de algunos de los procedimientos seguidos por estos autores cómo puede ser extendida la racionalidad mediante la invención de conceptos que no se ajustan a la norma de ser perfectamente claros y distintos, sin por ello renunciar al rigor de una consistencia lógica.

Veamos uno de los ejemplos quizás más consistentes, puesto que se trata de un lógico-matemático y, además, psicoanalista: J.M. Vappereau, quién postula una lógica modificada con dos tipos de negación que incluye a la lógica clásica.

Con respecto a la existencia de meta-lenguaje, y siguiendo a Jakobson, dice:

Estoy seguro de que alguien habla una lengua cuando un interlocutor quiere detenerlo y le hace una pregunta, por ejemplo, ¿qué quiere decir usted? Y el que habla, puede volver sobre lo que dijo comentándolo. Estamos seguros de que es una lengua cuando el que habla puede ser interrumpido y puede comentar lo que dijo antes, retomarlo como un objeto y hablar sobre eso para comentarlo. Entonces, en la estructura del lenguaje, hay necesariamente meta-lenguaje. Pero Jakobson agrega –lo formidable en esta historia- que aquél que va a comentar lo que acaba de decir lo va a hacer en la misma lengua [...] No hay un lenguaje por fuera de mi lengua que sea necesario para que comente mi lengua. Se puede comentar el francés con la lengua francesa, y el español con la lengua española. Por consiguiente, Jakobson no sale fuera de la lengua para ejercer esta posibilidad del metalenguaje, por lo tanto, lo formidable en la lengua, lo que define la estructura del lenguaje es que: hay necesariamente metalenguaje pero no es un metalenguaje; necesariamente, no hay metalenguaje.6

Vappereau, al modo deleuziano, escribe una suerte de síntesis disyuntiva. Primero, en el campo de la lógica clásica niega que haya metalenguaje: es falso que lo haya, por la razón antes citada. Segundo, introduce una nueva negación que abre una disyunción suplementaria a la negación clásica pero sin descartarla: es falso que no haya metalenguaje, puesto que es posible el retorno sobre lo enunciado y el comentario. Entonces, resulta de tal operación una conjunción disimétrica que abre una posibilidad nueva a la simple afirmación o negación de la proposición: es falso que haya metalenguaje y es falso que no lo haya. Obtiene así una segunda negación modificada. Esto no es contradictorio porque incluye dos tipos diferentes de negación con distintos valores de verdad. En un primer nivel tenemos razón al afirmar que no hay metalenguaje pero en un segundo nivel suplementario tenemos razones para negarlo, lo cual no implica volver a la simple y llana afirmación. Se trata, en fin, como dice Lacan de "un embrión de meta-lenguaje", incesantemente resurgiendo y volviendo a desaparecer. Sucede lo mismo con el juicio indefinido en Kant, o la afirmación de un predicado negativo en el ejemplo que da Zizek. Parafraseándolo:

A la proposición afirmativa "él está vivo" es posible negarla de dos modos diferentes: o bien negando el predicado "él no está vivo" con lo cual concluimos: entonces "está muerto", o bien afirmando un predicado negativo "él está no-vivo", si bien esto suena incorrecto existe un término para designar este estado que no está dentro de la posibilidades lógicas excluyentes, se trata del "muerto viviente". De modo general se puede afirmar que siempre que se mina un orden conceptual claro y distinto aparece la posibilidad de nombrar otra cosa, una posibilidad no contemplada en los términos discursivos empleados hasta el momento. Del mismo modo que lo inhumano –dice Zizek- no es lo que niega simplemente a la humanidad en cuanto tal, es decir, no es el animal o el vegetal sino un exceso inherente a lo humano mismo, es el monstruo.

El problema aquí presente es que la ruptura con el concepto claro y distinto, la imposibilidad lógica situada, inmediatamente puede derivar en una imagen sensible engañosa (el monstruo); por eso el único recurso que nos evita recaer en la imaginación especulativa es la escritura. Escritura de lo genérico, dirá Badiou, para referirse al múltiple antepredicativo, es decir, lo absolutamente cualquiera Y es en este punto donde puede observarse una convergencia entre la literatura (el arte), la filosofía, la lógica y la matemática, cuando la verdad toma estructura de ficción sobre puntos de indecidibilidad estructural.

Otro lúcido ejemplo sobre el modo de trabajo en los límites del pensamiento lo encontramos en J. Copjec, quién intenta seguir la construcción del concepto de mujer que se desprende del psicoanálisis, por fuera de los planteos clásicos y aún de las teorías feministas actuales. Luego de plantear en un riguroso análisis sobre la lógica de la posición femenina, la relación entre los desarrollos lacanianos y las antinomias kantianas, llega a un resultado un tanto confuso en el que, si no se ha realizado una lectura muy atenta del despliegue conceptual, se puede pensar que es auto-contradictorio (las negritas son mías):

En suma, la mujer está allí donde no interviene ningún límite para inhibir el despliegue progresivo de los significantes, donde, por lo tanto, un juicio de existencia resulta imposible. Esto significa que acerca de ella puede decirse y se dice todo, pero nada está sujeto al "examen de realidad", nada cuanto se dice tiene el valor de una confirmación o una negación de su existencia, lo que por consiguiente elude toda articulación simbólica. La relación de la mujer con lo simbólico y con la función fálica resulta considerablemente complicada por este argumento. Pues es precisamente porque está totalmente, es decir, sin límite, inscripta dentro de lo simbólico, que en cierto sentido está totalmente fuera de él, lo que equivale a decir que la cuestión de su existencia es absolutamente indecidible dentro de él.7

Desde la lógica clásica se entenderá que, o bien la mujer está totalmente dentro de lo simbólico o bien está fuera de él; no tiene sentido decir que al estar completamente incluida está, por lo tanto - porque no hay límite- excluida; aunque, habiendo seguido la exposición de todo su argumento kantiano-lacaniano, entendamos la aporía expresada en esta situación paradojal.

Del mismo modo, Emmanuel Biset al referirse a los últimos textos de Derrida, donde este autor "define la deconstrucción como la justicia o como la crítica incondicional de lo condicional, lo cual implica señalar que la deconstrucción es esa apertura al otro indeterminado"8, señala que:

...lo interesante de este esquema es que se manifiesta entre uno y otro orden una lógica de la exclusión e inclusión al mismo tiempo, de la heterogeneidad y de la necesidad. La hospitalidad es absolutamente heterogénea respecto de las leyes particulares de la hospitalidad, es decir, de sus manifestaciones en el derecho y la política. Pero, al mismo tiempo, la hospitalidad necesita de esas leyes particulares. La justicia es lo otro del derecho, pero requiere del derecho para realizarla. Y entre una dimensión y la otra se da un salto, un hiato, no existe un esquema que permita derivar una política de la ética, un derecho de la justicia, u hospitalidades concretas de la hospitalidad.9

La serie formada por los términos: justicia, ética, hospitalidad, es heterogénea respecto – en este sentido está excluida- de la serie: derecho, política, hospitalidades concretas; pero al mismo tiempo la necesita, y por eso se incluye (está incluida) allí aunque el hiato entre una serie (o dimensión) y otra no se elimine nunca completamente. Otra vez, como en Copjec, aparece esta aparente contradicción entre algo que está incluido y a la vez excluido -o a la inversa-, y el problema reside puntualmente en este "al mismo tiempo", simultaneidad que es difícil de aprehender en el discurso por el privilegio que se le otorga a su diacronía, es decir, a la producción de significación por el desplazamiento significante. Por el contrario, estudiar sólo el eje sincrónico nos conduce a un cierto estructuralismo que resulta estéril para dar cuenta de los efectos de sentido; por esta razón conviene intentar el trazado de un doble movimiento que dé cuenta de los dos ejes discursivos. Entonces no será posible hablar de "un mismo tiempo", puesto que el tiempo (Kronos) es propio del vector diacrónico del discurso mientras que el polo sincrónico, tal como lo dice la palabra, es una suspensión del tiempo; por lo tanto habrá que pensar, como lo indica Deleuze en Lógica del Sentido10, en otra lectura temporal (Aión).

En este sentido, cabe señalar que esta falla, hiato, o abismo que se abre en el centro ausente de todo discurso y, de manera genérica, en las aporías que engendra la razón consigo misma, e incluso el lenguaje en tanto no existe un meta-lenguaje; esta falla irreductible, encuentra dos posiciones disimétricas (no complementarias) que dan cuenta de ella. A fin de sostener una máxima rigurosidad, en esta zona tan delicada, resulta necesario no confundir ambas posiciones.

Vamos a señalar que existe en el orden simbólico una disyunción no complementaria entre inclusión externa y exclusión interna de los términos (significantes) que allí se conjugan. De este modo diferenciamos la operación: inclusión o exclusión (logos), del lugar en que tiene lugar: interior o exterior (topos). Con logos y topos se configura una topología discursiva con la que intentamos dar cuenta de transformaciones no proporcionales, disimétricas, entre los términos múltiples que se distribuyen – o son distribuidos- discursivamente en torno al hiato.

Entonces, no es lo mismo decir que algo es heterogéneo pero necesario, o sea excluido del sistema conceptual pero interno a él y en cierta tensión con los demás elementos homogéneos; que decir que ese algo no existe, que es imposible (imposibilidad de un juicio de existencia), por lo que hay una máxima homogeneidad (no regulada) de los elementos discursivos donde todo es incluido sin límite, aunque lo sea externamente –en dispersión- al no existir un límite que los contenga, lo cual no impide que contingentemente algo se fije.

Con Badiou11 vamos a diferenciar claramente la lógica de la pertenencia de la lógica de la inclusión, para poder situar con justicia la lógica paradojal del acontecimiento en su especificidad, a fin de evitar enunciados confusos y auto-contradictorios12 como "exclusión incluida", "necesaria contingencia", "imposible posibilidad", etc., que si bien intentan dar cuenta de la complejidad que entraña el análisis conceptual de las situaciones a partir de una ontología de lo real, sin fundamento, abismal, etc., no logran inscribir con rigurosidad – y más allá del ataque a las limitaciones de la lógica clásica o la dialéctica- las operaciones implicadas. Al pensar lo real como múltiple puro (matemático), vacío, inconsistente y por tanto infundado, la ontología dispone de dos formas (onto)-lógicas de regulación de las multiplicidades: pertenencia e inclusión.

Cuando un múltiple es presentado por otro decimos que le pertenece o es contado-por-uno en la situación (estructura); mientras que si un múltiple es presentado por uno que es a su vez presentado por otro se dice que –el primero- está incluido en éste –el tercero- o es re-presentado en el estado de la situación (meta-estructura).

Al diferenciar pertenencia de inclusión podemos resolver la aparente aporía en que se encuentra la mujer en relación al orden simbólico tal como lo expresa –de manera algo confusa- Copjec. Así, sin apelar a ningún concepto claro y distinto de mujer, que sabemos imposible de construir, podemos no obstante delimitar la especificidad de su posición discursiva. Cuando Copjec afirma que la mujer está totalmente incluida en el orden simbólico, contamos con los recursos para entender que se trata, en este caso, de la instancia meta-estructural, cuenta de la cuenta o estado de la situación, allí la mujer está incluida sin límites, por lo tanto, excede constantemente la lógica de la pertenencia, cuenta-por-uno o estructura de la situación. En este sentido es que está, por otro lado –y sin contradicción-, totalmente fuera del orden simbólico, puesto que la imposibilidad de su concepto disloca la coordinación (normalización) entre estructura y meta-estructura, llevando al estado de la situación a contar partes que no son elementos (excrecencias). En definitiva, el concepto –imposible- de mujer sitúa esta disyunción estructural del orden simbólico y, por tanto, convoca a su invención cada vez.

En el reverso suplementario de esta topología podemos observar que para la posición masculina la respuesta ante lo real de la falla en el orden simbólico (o discursivo) es diferente. En este caso, el hombre se encuentra plenamente presentado en la situación, pertenece completamente al orden simbólico, pero a condición de postular la existencia de una excepción; es decir, si bien todo múltiple pertenece, no todo múltiple está incluido: hay algo interno que está excluido (al menos uno). Esta suerte de elemento heterogéneo pero necesario, brinda la condición de posibilidad (inteligibilidad) del orden discursivo, y genera, a su vez, una tensión interna al mismo, puesto que constantemente se lo intenta subsumir y ordenar bajo los términos de la situación. En términos de Badiou se trata de un múltiple singular (sitio de acontecimiento), presentado pero no representado en la situación, es decir, al estar contado-por-uno pertenece a la situación pero, al no estar contados sus elementos (heterogéneos), no está incluido en el estado de la situación. En este sentido se entienden las distribuciones de las series tensionadas que muestra Biset en su lectura de Derrida: justicia, ética, hospitalidad, simultáneamente imposibles pero necesarias.

La lógica del acontecimiento, al inscribir esta falla inherente a cualquier orden discursivo mediante una nominación inédita que conecta el múltiple presentado pero no representado (que pertenece pero no está incluido) con el múltiple representado pero no presentado (que está incluido pero no pertenece), es decir, la singularidad con la excrecencia, nos permite pensar en una lógica de segundo orden, una especie de campo trascendental puro como dice Deleuze; sin embargo, no se trataría de un meta-discurso o meta-lenguaje estabilizado, normativizador, sino de una instancia paradójica a ser planteada cada vez en las diyunciones constitutivas que generan los discursos y sus lógicas inherentes de primer orden. Incluso, más que esfera trascendente, pensamos en una ruptura inmanente (o punto ciego circusncripto) en cada sistema de primer orden, en cada discurso.

Así, el acontecimiento no deviene de un orden trascendente a la situación, al contrario, si permite un ordenamiento más riguroso de la misma desde su interioridad aunque en ruptura con ella, es en tanto cuenta lo que la situación no puede. El punto clave está en que inicia una cuenta infinita de los múltiples indiscernibles, es decir, no efectúa un cierre absoluto de los términos cambiando un punto de vista por otro.

Vamos a proceder a mostrar como la conceptualización lacaniana del tiempo lógico esclarece la lógica paradójica del acontecimiento, y también intenta circunscribir de manera rigurosa lo real que disloca el orden discursivo, más allá de la razón pero no sin ella.



La lógica del acontecimiento

La lógica del acontecimiento se puede dilucidar a partir del escrito de Lacan "El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada"13. Brevemente: a tres prisioneros se les coloca un círculo a sus espaldas el cual no pueden ver, y se les dice que de un total de cinco círculos tres son blancos y dos son negros, si concluyen acertadamente sobre su color y si pueden argumentar lógicamente que los llevó concluir, entonces serán liberados. Obviamente no pueden hablar ni hacerse señas entre ellos. Nosotros (lectores) sabemos que se les ha colocado un círculo blanco a cada uno de ellos. Mientras que para ellos entra en juego la cuestión temporal en la lógica de sus deducciones: si cualquiera de ellos viera dos círculos negros en sus compañeros rápidamente concluiría que es blanco (puesto que saben que del total de cinco círculos sólo dos son negros) Sin embargo, al ver dos blancos tienen dos opciones, o bien el suyo es negro con lo cual cualquiera de los otros dos deduciría que no puede ser negro puesto que el tercero lo vería y ya habría salido, o bien es blanco y todos están en la misma situación. Lacan aquí introduce el valor de la suspensión para concluir acertadamente, puesto que si todos salieran al mismo tiempo, habiendo concluido lo mismo, nada les garantizaría que los otros han concluido por la opción contraria, es decir, que el que no ve (y cada uno de ellos lo es a su turno) es negro. Por eso, sólo la detención del movimiento antes de salir asegura (en caso que los otros se detengan: somos todos blancos, o sigan: soy negro) que se concluye acertadamente.

Del mismo modo, la lógica del acontecimiento requiere de la detención o suspensión de la cuenta por uno de la situación. El acontecimiento también es un paso y su detención (la cuenta y su falla), lo que permite extraer el nombre (el color en el ejemplo) y dar el segundo paso. Entonces, el nombre ¿estaba ya contenido en el acontecimiento que nombra? No plenamente ni necesariamente. Lo que permitió su extracción fue la suspensión del paso (o cuenta). Entonces, entre el antecedente (A) y el consecuente (B) lo nuevo que aporta B surge del vacío que genera la escansión, B no se sigue necesariamente de A (en el orden acontecimiental) sino es por la cesura o suspensión entre un estado y otro. Este tiempo de suspensión, obliterado en la lógica deductiva clásica y en el orden general del saber, permite extraer del Otro, en tanto no existe más que por el índice de una seña cualquiera, la conclusión acertada. Esta decisión no es "voluntarista", uno no puede adivinar solo su identidad, depende de algunos otros (sujetos-acontecimientos) indefinidos e indiscernibles a priori, sin embargo no se trata de consenso sino de situar la imposibilidad de decidir y la necesidad, no obstante, de hacerlo.

El acontecimiento no es algo exterior o trascendente, es la indecidibilidad misma en los términos de la situación. Marcar dos pasos en donde sólo cabe uno (salir o permanecer) brinda una imagen sensible del forzamiento de la cuenta o ultra-uno del acontecimiento, lo que permite nombrar(se) acertadamente más allá de lo que la situación autoriza.

En fin, el problema que suscita la imposibilidad de deducir de cualquier discurso un concepto claro y definido de: política, democracia, justicia, mujer o verdad; es sólo la constatación del primer paso ante la indecidibilidad de los términos presentados, el segundo paso que resta dar es la invención de los nombres que den cuenta de –y conecten- lo excesivo y lo faltante, por fuera de los órdenes discursivos establecidos. Este segundo paso es el que la mayoría de los autores post-estructuralistas, quizás temerosos de recaer en posiciones esencialistas o apriorísticas, y por no confiar en los recursos que brindan los desarrollos matemáticos y lógicos contemporáneos, no se deciden a dar, lo que revela cierta inhibición del pensamiento de nuestra época. Un modo de reasegurarse de no retornar a posiciones metafísicas o esencialistas (en caso de que se tema lo imposible) y al mismo tiempo evitar la banalidad empirista, consiste en ligar el pensamiento a una escritura rigurosa, apelando a la lógica y a la matemática como así también a todos aquellos dispositivos discursivos generadores de efectos de sentido y no meros reproductores de sentidos dados, anticipables.

En cada caso, para nombrar lo innombrable hay que pasar del registro significante, que es relacional y se define por oposición y diferencia (dualmente), al registro de la letra que se inscribe de modo ternario, es decir, al menos dos términos y la operación que los conecta. En el matema del acontecimiento aparecen tres letras distintas en un sitio donde la cuenta-por-uno de la situación sólo permitía uno, el sitio (i.e., ax = (x E X, ax)).

Como en el tiempo lógico, se precipita anticipadamente una decisión debido a la imposibilidad lógica de decidir bajo los términos presentados, pero no se concluye sin antes suspender la decisión y observar el entorno para luego sí, efectivamente, inventar el nombre que permite una salida. La deducción lógica no se desecha, sólo se subordina al tiempo lógico, es decir, a las escansiones necesarias que permiten incluir el movimiento de los otros para concluir acertadamente. De este modo la invención de conceptos, ya sea en la política, en la ciencia, o en el arte, no obedece a principios intuitivos ni irracionales, sino a la posibilidad de combinar el manejo lógico de los conceptos conocidos con los puntos de falla estructurales de los discursos que los ordenan, a fin de poder suspender su poder explicativo omniabarcador (generador de sus mismas contradicciones) y precipitar nuevas nominaciones de los términos implicados.

Roque Farrán (CONICET-UNC)

Bibliografía

Badiou, A., El ser y el acontecimiento, Manantial, Buenos Aires, 1999.Biset, E., Tensiones. Notas de filosofía política a partir de Jacques Derrida, en Cuadernos de Nombres nº3 publicación del Área de Filosofía del CIFyH (UNC)Copjec, J., El sexo y la eutanasia de la razón, Paidós, Bs. As., 2006.

Deleuze, G., Lógica del sentido, Paidós, 2005, Buenos Aires.

Lacan, J. El tiempo lógico y el acerto de certidumbre anticipada, Escritos, Siglo XXI.Vappereau, J.M., ¿Es uno...o, es dos?, Kliné, Bs. As., 1997.



Notas

[1] Elías Palti, El concepto de concepto en Kosellec, (texto inédito)p.15.
[2] Jacques Lacan, Seminario XI, p.27.
[3] Badiou, A., El ser y el acontecimiento, Manantial, Buenos Aires, 1999, p.203.
[4] Ibid.
[5] Véase meditación 26 “El concepto de cantidad y el impasse de la ontología” en El ser., p. 295.
[6] Vappereau, J.M., ¿Es uno...o, es dos?, Kliné, Bs. As., 1997, pag.24.
[7] Copjec, J., El sexo y la eutanasia de la razón, Paidós, Bs. As., 2006, pag.52.
[8] Biset, E., Tensiones. Notas de filosofía política a partir de Jacques Derrida, en Cuadernos de Nombres nº3 publicación del Área de Filosofía del CIFyH (UNC), pag.164
[9] Ibid.
[10] Deleuze, G., Lógica del sentido, Paidós, 2005, Buenos Aires.
[11] Badiou, A., El ser y el acontecimiento, Manantial, Buenos Aires, 1999.
[12] Si bien la retórica es necesaria y justificada en muchos otros casos, sostenemos que allí donde es posible avanzar con conceptos que introducen diferenciaciones rigurosas se torna necesario prescindir de las figuras retóricas.
[13] J. Lacan, “El tiempo lógico y el acerto de certidumbre anticipada”, Escritos, Siglo XXI.



[*] Lic. en Psicología, Becario de postgrado del Conicet y doctorando en Filosofía (cuyo tema de tesis es sobre la ontología de Badiou y Lacan). También participa en grupos de investigación en la UNC.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario