El tema de la identidad sobrevive tenazmente desde la piedra angular del Poema de Parménides tanto en vertientes lógicas como ontológicas y metafísicas. El pensamiento contemporáneo presenta a una peculiar identidad : la identidad narrativa, trabajada entre otros por Hannah Arendt, Kennet Gergen, Jerome Bruner, Alaisdar McIntyre, Charles Taylor y Paul Ricoeur.
Presentaremos una breve exposición sobre el camino recorrido por Paul Ricoeur para el despliegue de esta noción. Su singularidad es la de inscribirla en el terreno de la filosofía del lenguaje, la filosofía de la acción y la ética contemporáneas en un persistente diálogo con los filósofos clásicos. La génesis de esta indagación aparece en sus reflexiones sobre el tiempo de su libro Tiempo y Narración (1985). Nos dice el mismo Ricoeur que comparando la concepción del tiempo en San Agustín con la interpretación aristotélica del mithos y la mímesis logra articular el tiempo y la narración, intentando así proponer una alternativa a las aporías en las que ha recaído el pensamiento filosófico al no poder derivar ni mediar el tiempo cosmológico –Aristóteles, Kant- con el tiempo íntimo o fenomenológico –Agustín, Husserl-, es decir, ante la imposibilidad de superar el abismo entre el tiempo físico y el tiempo vivido.
La hipótesis central de Ricoeur no se instala en una especulación abstracta, sino en el campo práctico. La experiencia cultural ha conformado a través del lenguaje su experiencia íntima del tiempo en el tiempo físico creando un tercer tiempo : el tiempo humano, el propio de calendario, un tiempo construido socialmente e institucionalizado. Pero el tiempo se hace tiempo humano -dice Ricoeur- cuando se articula como narración y la narración significa plenamente cuando es condición de la experiencia temporal. La narración es el guardián del tiempo en la medida en que no existiría tiempo pensado si no fuera narrado.
En las conclusiones de Tiempo y narración Ricoeur presenta por primera vez a la identidad narrativa. Ha desarrollado extensamente las características de los relatos históricos, con sus pretensiones de verdad y los de ficción, entrecruzándolos en una reinscripción de los primeros en el tiempo cósmico y de los segundos en un tiempo entregado a las variaciones de la imaginación. Ficcionalización de la historia e historización de la ficción necesitan de una mediación y de una articulación, es ésta la función cumplida por la identidad narrativa. Decir la identidad de un individuo o de una comunidad es responder a la pregunta ¿quién? Y la respuesta es –siguiendo a Hannah Arendt- contar la historia de una vida.
Existen para el autor dos caminos divergentes en la historia del pensamiento occidental. La asunción de un yo sustancial o formal que implica permanencia y sujeción de los cambios, a la manera de Descartes, Kant y Husserl (con sus diferencias) o calificar al yo y al sujeto como ilusiones sustancialitas o meras ficciones útiles, como Hume y Nietzsche, que sostienen –según una discutible posición del autor- una especie de caos o diversidad sensible o vital. Se trata del discutido problema del sujeto.
Ricoeur plantea entonces una alternativa dialéctica que mantendrá en sus escritos posteriores : hay para él dos identidades, una identidad idem o mismidad, atemporal, formal y/o sustancial, que se identifica con la primera persona del singular y una identidad ipse, un reflexivo que puede jugar en todos los pronombres personales, singulares y plurales, un sí mismo que es una identidad narrativa conformada en el tiempo. Es una vida examinada a la manera de Sócrates, un tejido de historias verdaderas o de ficción que un sujeto individual o colectivo se cuenta a sí mismo. Aquí la Poética aristotélica toma la palabra. La narración opera a la manera del mithos y la mimesis, como configuradora de acciones pero también unificando lo diverso en una esquematización de tenor kantiano, ya no entre conceptos puros y fenómenos sino entre cogniciones, voliciones y sentimientos inplicados en incidencias y acontecimientos integrados narrativamente en el tiempo.
Si en Tiempo y narración la identidad narrativa sobrevuela en las conclusiones como una noción mediadora, en Sí mismo como otro (1990) la noción toma un valor axial en toda la extensión del complejo y apasionante texto. Hay una pregunta que marca el recorrido textual, el interrogante ¿quién?, la pregunta por el sujeto es asumida expresamente por Ricoeur atravesada por una hermeneutica del sí mismo que sigue enhebrada en la dialéctica ya anteriormente mencionada de mismidad e ipseidad. La identidad narrativa es ahora una nueva mediación en una triada cuasi epistemológica : describir-narrar-prescribir. Se incluyen entonces otras preguntas : ¿quién habla?, en el campo de la filosofía del lenguaje donde el autor recala en la semántica y la pragmática francesas y anglosajonas. La segunda pregunta es ¿quién actúa?, respondiendo allí la filosofía de la acción, desde la analítica anglosajona.
Las dos preguntas anteriores están estrechamente relacionadas y corresponden al item de la descripción, pero ahora Ricoeur propone la pregunta clave, también mediadora e integradora : ¿quién se narra? Y ahora la discusión pasa por la relación entre la identidad personal y la identidad narrativa. Aquí el autor declara insuficientes tanto a las perspectivas estructurales de la narratología como a los presupuestos de las teorías de la acción. En el primer caso Ricoeur expresa que un texto literario tiene implicancias que sobrepasan el ámbito del análisis lingüístico y permiten a la mirada hermenéutica teorizar una triple mediación : entre el hombre y el mundo a través de la referencialidad, entre el hombre y el hombre en la comunicabilidad y entre el hombre y él mismo en la comprensión de sí; en ese lugar la narración sobrepasa lo textual, sobre todo por el poder de la refiguración a través de la lectura, que tan bien estudiara el autor en Tiempo y narración. En el segundo caso, las filosofías analíticas estudian acciones que solo remiten a un agente y no permiten el ingreso de la praxis, en el vasto sentido aristotélico. La acción para ser plenamente inteligible debe ser narrada y solo así se puede abrir el camino de la ética.
El desafío que encara Ricoeur es la conformación y constitución misma del sujeto, pero no desde apriorismos formales de un cogito soberano sino desde un entramado de historias narradas individual y colectivamente. Ni sujetos fundadores ni sujetos humillados. Ricoeur propone vidas narradas al estilo de Hannah Arendt, historias de casos a la manera de Freud e inclusive la direccionalidad y unidad narrativa de las vidas que plantean pensadores anglosajones como Charles Taylor y Macintyre.
Hay dos polos de la identidad ipseidad, uno es el carácter, homogeneizado en la mismidad y la permanencia en el tiempo. En el carácter se oculta al polaridad del idem y el ipse, en tanto el otro polo es la palabra dada, allí la ipseidad se libera de la mismidad, la promesa y la perseverancia de la palabra dada abandonan la identidad del carácter. Y es aquí donde se instituye la ética y se instala dialécticamente la última de las preguntas ¿ quién es el sujeto moral de imputación? Y otra vez la identidad narrativa opera como pasaje dialéctico entre el carácter y la ética.
La persona no es como en Kant, libre en tanto obediente a la normas objetivas sino una identidad que no es distinta de sus experiencias, es la identidad de la historia narrada la que conforma la identidad del personaje a la manera de la tragedia pensada por Aristóteles. La puesta en trama o el entramar configura la producción de sujetividades
Ricoeur mismo plantea la dificultad de pensar a la narración implicada con la ética y recuerda a Benjamin cuando dice que el arte de narrar es el arte de intercambiar experiencias. En la estética, en la lectura de las narraciones suspendemos el juicio moral sobre los personajes, sin embargo, no por eso dejamos de explorar nuevos modos de evaluar acciones. Estas son -para Ricoeur-, experiencias de pensamiento en el gran laboratorio de lo imaginario y también exploraciones sobre el bien y el mal.
Más adelante el autor desarrollará su ética en la que el sí mismo se constituye en diálogo con la alteridad. La atestación de sí, convicción de juzgar bien y vivir bien en instituciones justas relacionada íntimamente con la conminación del otro también se pone en escena en un tejido de historias narradas que se convierte en un laboratorio del juicio moral.
Por otra parte tampoco la ideología se separa de lo narrativo. Ricoeur describe tres modelos de ideología, uno negativo de distorsion-encubrimiento, otro positivo de legitimación (ambos ligados a Marx) y un tercero, de integración. Esta función ideológica, que parece ser la preferida de Ricoeur, accede a la memoria colectiva de acontecimientos fundacionales que son constitutivos de la memoria social y a través de ella a la identidad misma de las comunidades y los pueblos.
Resumiendo, la identidad narrativa es una identidad dinámica desplegada en los cambios y las peripecias, siendo real y eficaz en tanto praxis. El sujeto de la acción es escritor y lector de su propia vida, abriendo una persistente y renovada reescritura existencial.
Cierro con un texto de Ricoeur que parece reenviarnos a zonas sensibles de nuestra memoria histórica. Escribe Ricoeur en Sí mismo como otro, “En determinadas circunstancias, en particular cuando el historiador es confrontado con lo horrible, figura límite de la historia de las víctimas, la relación de deuda se transforma en el deber de no olvidar. “
Bibliografía consultada :
Casarotti, Eduardo, Paul Ricoeur, La constitución narrativa de la identidad personal, Relaciones, Revista al tema del hombre, Internet, Mayo 1999.
Cragnolini, Mónica, Razón imaginativa, identidad y ética en la obra de Paul Ricoeur, Buenos Aires, Almagesto, 1993.
Ricoer Paul, La identidad narrativa, en Historia y narratividad, Barcelona, Paidos, 1999.
Ricoeur, Paul, Autobiografía intelectual, Buenos Aires, Nueva Visión, 1997.
Ricoeur, Paul, Sí mismo como otro, Mexico, Siglo XXI, 1996.
Ricoeur, Paul, Tiempo y narración III, Mexico, Siglo XXI, 1996.
Ricoeur, Paul, Un relato en busca de narrador, en Educación y política, Buenos Aires, Docencia, 1994.
Autor : Juan Horacio Lamarche
UNMdP
Presentaremos una breve exposición sobre el camino recorrido por Paul Ricoeur para el despliegue de esta noción. Su singularidad es la de inscribirla en el terreno de la filosofía del lenguaje, la filosofía de la acción y la ética contemporáneas en un persistente diálogo con los filósofos clásicos. La génesis de esta indagación aparece en sus reflexiones sobre el tiempo de su libro Tiempo y Narración (1985). Nos dice el mismo Ricoeur que comparando la concepción del tiempo en San Agustín con la interpretación aristotélica del mithos y la mímesis logra articular el tiempo y la narración, intentando así proponer una alternativa a las aporías en las que ha recaído el pensamiento filosófico al no poder derivar ni mediar el tiempo cosmológico –Aristóteles, Kant- con el tiempo íntimo o fenomenológico –Agustín, Husserl-, es decir, ante la imposibilidad de superar el abismo entre el tiempo físico y el tiempo vivido.
La hipótesis central de Ricoeur no se instala en una especulación abstracta, sino en el campo práctico. La experiencia cultural ha conformado a través del lenguaje su experiencia íntima del tiempo en el tiempo físico creando un tercer tiempo : el tiempo humano, el propio de calendario, un tiempo construido socialmente e institucionalizado. Pero el tiempo se hace tiempo humano -dice Ricoeur- cuando se articula como narración y la narración significa plenamente cuando es condición de la experiencia temporal. La narración es el guardián del tiempo en la medida en que no existiría tiempo pensado si no fuera narrado.
En las conclusiones de Tiempo y narración Ricoeur presenta por primera vez a la identidad narrativa. Ha desarrollado extensamente las características de los relatos históricos, con sus pretensiones de verdad y los de ficción, entrecruzándolos en una reinscripción de los primeros en el tiempo cósmico y de los segundos en un tiempo entregado a las variaciones de la imaginación. Ficcionalización de la historia e historización de la ficción necesitan de una mediación y de una articulación, es ésta la función cumplida por la identidad narrativa. Decir la identidad de un individuo o de una comunidad es responder a la pregunta ¿quién? Y la respuesta es –siguiendo a Hannah Arendt- contar la historia de una vida.
Existen para el autor dos caminos divergentes en la historia del pensamiento occidental. La asunción de un yo sustancial o formal que implica permanencia y sujeción de los cambios, a la manera de Descartes, Kant y Husserl (con sus diferencias) o calificar al yo y al sujeto como ilusiones sustancialitas o meras ficciones útiles, como Hume y Nietzsche, que sostienen –según una discutible posición del autor- una especie de caos o diversidad sensible o vital. Se trata del discutido problema del sujeto.
Ricoeur plantea entonces una alternativa dialéctica que mantendrá en sus escritos posteriores : hay para él dos identidades, una identidad idem o mismidad, atemporal, formal y/o sustancial, que se identifica con la primera persona del singular y una identidad ipse, un reflexivo que puede jugar en todos los pronombres personales, singulares y plurales, un sí mismo que es una identidad narrativa conformada en el tiempo. Es una vida examinada a la manera de Sócrates, un tejido de historias verdaderas o de ficción que un sujeto individual o colectivo se cuenta a sí mismo. Aquí la Poética aristotélica toma la palabra. La narración opera a la manera del mithos y la mimesis, como configuradora de acciones pero también unificando lo diverso en una esquematización de tenor kantiano, ya no entre conceptos puros y fenómenos sino entre cogniciones, voliciones y sentimientos inplicados en incidencias y acontecimientos integrados narrativamente en el tiempo.
Si en Tiempo y narración la identidad narrativa sobrevuela en las conclusiones como una noción mediadora, en Sí mismo como otro (1990) la noción toma un valor axial en toda la extensión del complejo y apasionante texto. Hay una pregunta que marca el recorrido textual, el interrogante ¿quién?, la pregunta por el sujeto es asumida expresamente por Ricoeur atravesada por una hermeneutica del sí mismo que sigue enhebrada en la dialéctica ya anteriormente mencionada de mismidad e ipseidad. La identidad narrativa es ahora una nueva mediación en una triada cuasi epistemológica : describir-narrar-prescribir. Se incluyen entonces otras preguntas : ¿quién habla?, en el campo de la filosofía del lenguaje donde el autor recala en la semántica y la pragmática francesas y anglosajonas. La segunda pregunta es ¿quién actúa?, respondiendo allí la filosofía de la acción, desde la analítica anglosajona.
Las dos preguntas anteriores están estrechamente relacionadas y corresponden al item de la descripción, pero ahora Ricoeur propone la pregunta clave, también mediadora e integradora : ¿quién se narra? Y ahora la discusión pasa por la relación entre la identidad personal y la identidad narrativa. Aquí el autor declara insuficientes tanto a las perspectivas estructurales de la narratología como a los presupuestos de las teorías de la acción. En el primer caso Ricoeur expresa que un texto literario tiene implicancias que sobrepasan el ámbito del análisis lingüístico y permiten a la mirada hermenéutica teorizar una triple mediación : entre el hombre y el mundo a través de la referencialidad, entre el hombre y el hombre en la comunicabilidad y entre el hombre y él mismo en la comprensión de sí; en ese lugar la narración sobrepasa lo textual, sobre todo por el poder de la refiguración a través de la lectura, que tan bien estudiara el autor en Tiempo y narración. En el segundo caso, las filosofías analíticas estudian acciones que solo remiten a un agente y no permiten el ingreso de la praxis, en el vasto sentido aristotélico. La acción para ser plenamente inteligible debe ser narrada y solo así se puede abrir el camino de la ética.
El desafío que encara Ricoeur es la conformación y constitución misma del sujeto, pero no desde apriorismos formales de un cogito soberano sino desde un entramado de historias narradas individual y colectivamente. Ni sujetos fundadores ni sujetos humillados. Ricoeur propone vidas narradas al estilo de Hannah Arendt, historias de casos a la manera de Freud e inclusive la direccionalidad y unidad narrativa de las vidas que plantean pensadores anglosajones como Charles Taylor y Macintyre.
Hay dos polos de la identidad ipseidad, uno es el carácter, homogeneizado en la mismidad y la permanencia en el tiempo. En el carácter se oculta al polaridad del idem y el ipse, en tanto el otro polo es la palabra dada, allí la ipseidad se libera de la mismidad, la promesa y la perseverancia de la palabra dada abandonan la identidad del carácter. Y es aquí donde se instituye la ética y se instala dialécticamente la última de las preguntas ¿ quién es el sujeto moral de imputación? Y otra vez la identidad narrativa opera como pasaje dialéctico entre el carácter y la ética.
La persona no es como en Kant, libre en tanto obediente a la normas objetivas sino una identidad que no es distinta de sus experiencias, es la identidad de la historia narrada la que conforma la identidad del personaje a la manera de la tragedia pensada por Aristóteles. La puesta en trama o el entramar configura la producción de sujetividades
Ricoeur mismo plantea la dificultad de pensar a la narración implicada con la ética y recuerda a Benjamin cuando dice que el arte de narrar es el arte de intercambiar experiencias. En la estética, en la lectura de las narraciones suspendemos el juicio moral sobre los personajes, sin embargo, no por eso dejamos de explorar nuevos modos de evaluar acciones. Estas son -para Ricoeur-, experiencias de pensamiento en el gran laboratorio de lo imaginario y también exploraciones sobre el bien y el mal.
Más adelante el autor desarrollará su ética en la que el sí mismo se constituye en diálogo con la alteridad. La atestación de sí, convicción de juzgar bien y vivir bien en instituciones justas relacionada íntimamente con la conminación del otro también se pone en escena en un tejido de historias narradas que se convierte en un laboratorio del juicio moral.
Por otra parte tampoco la ideología se separa de lo narrativo. Ricoeur describe tres modelos de ideología, uno negativo de distorsion-encubrimiento, otro positivo de legitimación (ambos ligados a Marx) y un tercero, de integración. Esta función ideológica, que parece ser la preferida de Ricoeur, accede a la memoria colectiva de acontecimientos fundacionales que son constitutivos de la memoria social y a través de ella a la identidad misma de las comunidades y los pueblos.
Resumiendo, la identidad narrativa es una identidad dinámica desplegada en los cambios y las peripecias, siendo real y eficaz en tanto praxis. El sujeto de la acción es escritor y lector de su propia vida, abriendo una persistente y renovada reescritura existencial.
Cierro con un texto de Ricoeur que parece reenviarnos a zonas sensibles de nuestra memoria histórica. Escribe Ricoeur en Sí mismo como otro, “En determinadas circunstancias, en particular cuando el historiador es confrontado con lo horrible, figura límite de la historia de las víctimas, la relación de deuda se transforma en el deber de no olvidar. “
Bibliografía consultada :
Casarotti, Eduardo, Paul Ricoeur, La constitución narrativa de la identidad personal, Relaciones, Revista al tema del hombre, Internet, Mayo 1999.
Cragnolini, Mónica, Razón imaginativa, identidad y ética en la obra de Paul Ricoeur, Buenos Aires, Almagesto, 1993.
Ricoer Paul, La identidad narrativa, en Historia y narratividad, Barcelona, Paidos, 1999.
Ricoeur, Paul, Autobiografía intelectual, Buenos Aires, Nueva Visión, 1997.
Ricoeur, Paul, Sí mismo como otro, Mexico, Siglo XXI, 1996.
Ricoeur, Paul, Tiempo y narración III, Mexico, Siglo XXI, 1996.
Ricoeur, Paul, Un relato en busca de narrador, en Educación y política, Buenos Aires, Docencia, 1994.
Autor : Juan Horacio Lamarche
UNMdP
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